jueves, 10 de marzo de 2011

EL PRINCIPITO Y SAINT-EXUPERY

El argumento del Principito es muy sencillo. El principito habita un pequeñísimo asteroide, que comparte con una flor caprichosa y tres bolcanes. Pero tiene "problemas" con la flor y empieza a experimentar la soledad. Hasta que decide abandonar el planeta en busca de un amigo. Buscando esa amistad recorre varios planetas, habitados sucesivamente por un rey, un banidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero, un geógrafo...
El concepto de "seriedad" que tienen estas "personas mayores" le deja perplejo y confuso. Prosiguiendo su búsqueda llega al planeta Tierra, pero, en su enorme extensión y vaciedad, siente más que nunca la soledad. Una serpiente le da su visión pesimista sobre los hombres y lo poco que se puede esperar de ellos. Tampoco el zorro contribuye a mejorar su opinión, pero en cambio le enseña el modo de hacerse amigos: hay que crear lazos, hay que dejarse "domesticar". Y al final le regala su secreto: "solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos". De pronto el principito se da cuenta de que su flor lo ha "domesticado" y decide volver a su planeta valiéndose de los medios expeditivos que le ofrece la serpiente. Y es entonces cuando entra en contacto con el aviador, que también padecia de soledad. Cuando el principito desaparezca, también el hombre habrá encontrado un amigo...
En medio de su aparente simplicidad, el Principito plantea un interrogante que viene a condicionar nuestra existencia. Se trata de una inversión total de los valores. A la pregunta por lo esencial de la vida, se responde de una forma sorprendente e inquietante. Resulta que todo lo que los hombres juzgan serio e importante es a los ojos del principito banal y sin sustancia. Mientras que lo que los hombres consideran intrascendente viene a ser la razón de existir del principito. El juicio irónico sobre la Tierra no puede ser más elocuente:
¡La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan en el ciento once reyes (sin olvidar por supuesto los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es decir, unos dos mil millones de personas mayores.
Para salir de esa vacuidad que sume a los hombres en la soledad, es preciso recurrir a la amistad, al amor, al don de sí.

Al final, comprendemos que ese "principito" encantador no era más que "el doble" de Saint-Exupéry, ese niño que vivía dentro de él, inquietándole y dirigiéndole, y que solia despertarse en los momentos cruciales de su vida, impidiéndole tomar decisiones estúpidas de "persona mayor", de esas personas que sólo creen en los números, en las demostraciones, en la seriedad de la lógica más que en la del corazón.

Resumiendo, podríamos decir que El Principito es una meditación sosegada sobre la soledad del hombre- a menudo producto de su fatuidad- y sobre la amistad, el único elixir capaz de enriquecer la vida humana y restablecer las relaciones perdidas entre los hombres

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